sábado, 27 de abril de 2013

El síndrome del rotulador rojo

 "Nunca se acaba de comprender. Todo saber auténtico y vivo comporta su halo de bruma y sus zonas oscuras, por lo que deberíamos dedicar aquí un verdadero elogio a la imperfección. Sólo los conocimientos académicos que no sirven y los ejercicios basados en la aplicación repetitiva parecen escapar de esta regla, pero tienen poco que ver con el aprendizaje"


Dudé entre titular la entrada como lo he hecho...O  "la manifestación de la impotencia pedagógica en los profesores"... Porque eso es lo que deduzco de los trazos tensos y en rojo que me encuentro en los cuadernos y libros de mi hija de segundo de primaria. Las correcciones se centran en los errores y los magnifican en rojo.
 El que no se presenten sus errores como naturales al proceso de aprendizaje,hace que Lucía sienta que ha hecho todo mal,cuando es al contrario,cada vez comete menos errores,pero cada vez está más desmotivada a la hora de hacer una redacción o los deberes en los que tiene que escribir.
 Ya sé que la educación pública está en una gran crisis,cada vez tenemos menos recursos y más niños en clase,y que esto es muy estresante para los profesores,pero creo que las crisis también son caldo de cultivo para el surgimiento de soluciones creativas,la buena educación no es exclusivamente una cuestión de recursos económicos.
 Es difícil que con casi el doble de niños por clase se puedan hacer las mismas cosas como siempre y no morir en el intento y comprendo que los profesores estén desbordados. Muchos de los niños,a su vez,están pasando por situaciones familiares y personales muy difíciles,que los descentra y los desmotiva,ésta conjunción de situaciones puede convertir el aula en un entorno hostil donde es complicado que se pueda dar el proceso del aprendizaje.
 El paradigma educativo basado en métodos tales como homogeneizar el trabajo de los alumnos,repetir hasta la saciedad,favorecer la competitividad entre los niños,gritar sistemáticamente y crear orden desde el miedo...el "si no me lo sé la profe me pone un cero" no responde a lo que necesitan los niños para aprender...ni tampoco los maestros para enseñar.



Pero es que, además,se me antojan impropios del sistema educativo de una democracia: No fomentan la propia iniciativa,no respetan  ni se enriquecen con las diferencias culturales y personales sino que las intentan eliminar,no buscan fomentar la capacidad de expresión,la participación,sino la capacidad de sumisión a la figura de autoridad que dirige toda la dinámica en el aula,que,a partir de primaria,no se consensúa en asamblea en clase,fomentan la competitividad en vez del trabajo en equipo y la cooperación entre los niños... !Así se hacen súbditos en vez de ciudadanos!
 El papel didáctico que se le da al error es un buen indicador del modelo pedagógico utilizado en la clase, "es la piedra de toque de una mayor profesionalización en el trabajo de enseñante". Según el conductismo y el trasmisionismo el error se debe castigar, la forma más extendida de hacer esto es el reflejo casi pavloviano de tachar, subrayar y mostrar la falta con el rotulador rojo. " Antes de pararse a pensar si tendrá alguna utilidad didáctica, se siente la incapacidad de actuar de otro modo. Interminables y agotadoras correcciones, sin pensar que vayan a ser eficaces, y sin creer que los alumnos van a tenerlas en cuenta, se sigue perseverando. Siguiendo este juego se cansa uno pronto. Se llega hasta agriar el carácter ¿Y para qué tanto masoquismo? debe existir un sentimiento de obligación moral, a no ser que tenga algo que ver con la relajación muscular del profesor. No prescindimos de la corrección porque es algo que tiene que ver con nuestra identidad profesional, con la idea de la acción y los deberes del enseñante: al menos los alumnos verán que está corregido...también puede tener que ver con el miedo que se siente a la opinión de los padres y a la Administración si ven que dejamos pasar las faltas. 
Pero puede ser algo más íntimo y penoso: los errores de los alumnos hacen que los profesores duden de sí mismos y que piensen en lo ineficaz de la enseñanza impartida. Algo se ha resistido a nuestras explicaciones y nuestro deseo de explicar, incluso a la esencia del poder pedagógico. Por tanto sienten malestar y despecho cuando los alumnos cometen esos errores que se habían tratado de evitar por todos los medios. El castigo, pues,será reactivo :¿no se siente el profesor evaluado, devaluado, puesto en duda su valor profesional y personal? Tanto más cuando el que sabe minimiza el coste cognitivo del que aprende, ya que no es consciente de las operaciones mentales que domina y que ha automatizado...el profesor debe esforzarse por recordar el trabajo que les puede costar a sus alumnos lo que explica". Todo lo intercomillado lo podeis encontrar en este artículo de Jean Pierre Astolfi.
 En las primeras páginas de "la formación del espíritu científico"  G. Bachelard dice: "Los profesores, especialmente los de ciencias, no comprenden que los alumnos no comprenden. Se imaginan que la mente sigue los mismos pasos que una lección, que los alumnos pueden hacerse con una cierta cultura repitiendo la clase una y otra vez, o que pueden llegar a comprender una demostración si se les repite paso a paso".
El error visto como algo negativo, que se intenta evitar a toda costa se da en el conductismo,se trata de guiar la actividad del alumno paso a paso y con instrucciones precisas para realizar una serie estandarizada de ejercicios gradualmente mas complejos. Es lo más utilizado en nuestro sistema educativo,se considera una pedagogía enfocada al éxito,en la que se dan los medios para lograr el comportamiento esperado y para verificar su obtención. Lo que pasa es que el conductismo es una transferencia a lo humano del condicionamiento animal de Pavlov,pero más elaborado,un condicionamiento operativo al modo de Skinner y Watson. La idea es que siempre es posible aprender algo por complejo que sea,tanto en ninos como en animales,con la condición de descomponer su complejidad en etapas elementales,tan reducidas como sea necesario,reforzando positivamente cada adquisición parcial por recompensas en vez de por castigos.
el problema es que nada garantiza que el comportamiento externo que premiamos se corresponda con el interno,lo mental,y más cuando se prohibe por sistema interesarse por lo que pasa dentro de la "caja negra",que son los procesos mentales que pasa un sujeto para emitir una respuesta a cada estímulo.
Ciertamente se evitan errores, puesto que toda programación didáctica,hecha en pequeños escalones,es eficaz en eso,pero ello es a costa de un recorrido estrechamente guiado y predeterminado,que no tiene en cuenta la autonomía intelectual que debe adquirir el que aprende.


Los modelos constructivistas dan otro rol al error,se le considera indicador de  los procesos mentales puestos en juego que no se tiene en cuenta cuando se corrige con el rotulador rojo:"En lugar de ver la diferencia de la norma, se trata de profundizar en la lógica del error y de sacarle partido para mejorar los aprendizajes" . Aprender es arriesgarse a errar, cuando la escuela lo olvida, el sentido común lo recuerda, el único que no se equivoca es el que no hace nada.Cuando damos la oportunidad de experimentar de forma personal los conocimientos que se pretende enseñar,  debemos aceptar el error como indicador de un  progreso intelectual, debemos dar cabida a la expresión de los momentos creativos de los alumnos fuera de una norma que aún no ha sido interiorizada, pues estos forman parte del proceso de apredizaje real. Si no se acepta ese riesgo, se deja a los niños al abrigo de imprevistos y sometidos a la repetición de actividades sin posibilidad de progresar.


                                                                                                   



miércoles, 3 de abril de 2013

De picnic...En el balcón

Las lluvias no dan tregua pero aún así es primavera y tenemos muchas ganas de estar fuera despues de un invierno frío y largo. Un día que salió un poco el sol hicimos unos sandwiches y nos dispusimos a salir, pero una nube negra en el horizonte nos aguó la fiesta y subimos las escaleras de vuelta a casa entre protestas y con bastante frustración.

¿Qué podíamos hacer?...Lucía entró enfadada en la habitación dando un portazo y yo fuí a ponerme un té, a ver si con un poco de espacio y tiempo se le pasaba.

Lo que me encontré cuando llamé para "arreglarlo"... me encantó y por eso os lo comparto.

Habían abierto las ventanas del balcón y colocado unos cojines en el suelo.


Disfrutaron de la merienda jugando a que hacían un picnic en el bosque. Así aprovecharon el sol que pronto se escondería entre las nubes.

Y fue delicioso tomarme el té con ellas mientras mirabamos las flores que han nacido en su balcón.



Terminamos el picnic y tuvimos que cerrar las ventanas porque llovía de nuevo. Pero nos sentíamos como si hubiesemos estado en un lugar muy especial.

Me sentí muy orgullosa y reconfortada.

Como según parece en unos cuantos días no va a ser posible disfrutar de la frondosidad de esta primavera sin mojarse, os comparto unas láminas de ilustraciones  botánicas preciosas del siglo XIX  para ver en casita con un té calentito.



 
Flora centroeuropea de W. Thomé.